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Por Jefersson Andrés Rodríguez Blandón
@AndresCaiman

 

OPINIÓN: Si fuéramos la nación solidaria que decimos ser, nuestra sociedad se manifestaría en apoyo a la resistencia campesina en el Catatumbo. La realidad es que los habitantes urbanos no sienten la tragedia rural y son indiferentes frente al saqueo de nuestros recursos naturales en pro de intereses extranjeros. Parece que el lema del gobierno fuera: para las multinacionales todo y para el pueblo plomo. 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al ver, escuchar y leer en los medios masivos la información concerniente a la crisis del Catatumbo surgen muchas preguntas: ¿Qué pasa realmente en el Catatumbo? ¿Por qué protestan? ¿Son guerrilleros como afirma el gobierno? ¿Qué manejo le han dado los medios a la información? ¿Qué intereses hay de parte y parte en esas tierras?

 

El Catatumbo es una zona rica en recursos naturales. Paradójicamente esta ha sido su gran maldición. En la época de la colonia española se cultivó la caña de azúcar y el cacao, pero luego de que Colombia se declarara independiente de la corona española el principal cultivo pasó a ser el café. Después de la I Guerra Mundial el petróleo empezó a cobrar mucha importancia energética para el mundo occidental, lo que aceleró la exploración y descubrimiento de reservas petroleras, llevando a la explotación del valioso recurso.

 

El Catatumbo fue uno de los primeros lugares donde se explotó el petróleo en Colombia, con petróleo abundante y de altísima calidad. La concesión que brindó el gobierno en 1918 estuvo en manos de Compañía de Petróleos de Colombia S.A (empresa que en realidad era de capital estadounidense) para luego pasar en 1936 a las norteamericanas Texaco y Mobil Oil.

 

La demanda de petróleo internacional era creciente y se necesitaba realizar la obra de un oleoducto que pudiese llevar petróleo desde el Catatumbo a la Costa Atlántica y así poder ser distribuido a gran distancia. Con el proyecto de exportación la riqueza colombiana dejaba de ser consumida por la mayoría de colombianos y traía nuevos conflictos humanos.

 

En el Catatumbo habita el pueblo indígena Motilón Barí conformado por 23 comunidades que conviven con miles de campesinos que han trabajado la tierra desde la época de la colonia. En la historia reciente del país, estos pobladores han sufrido a manos de grupos guerrilleros y paramilitares que buscan apoderarse de las rutas fronterizas con Venezuela para el tráfico de drogas. En 1999 los paramilitares sembraron el terror para apoderarse de dichas tierras, masacrando, desapareciendo y desplazando a la población con el beneplácito del Estado. El gobierno nacional vendió y dio en concesión minera estas tierras que el paramilitarismo le robó a sus dueños. En la actualidad hay 35 títulos mineros en la zona donde los pobladores piden la constitución de la Zona de Reserva Campesina.

 

La respuesta del gobierno nacional es la represión criminal y la estigmatización de la manifestación campesina, asociándola con las FARC. Si bien es cierto que las FARC tienen grandes intereses en el Catatumbo, esto no es razón para catalogar de guerrilleros a los campesinos e indígenas que exigen a su gobierno que los visibilice, que los escuche, que los ayude a sobrevivir en aquellas tierras que el glifosato ha vuelto improductivas, que les dé alternativas a los cultivos ilícitos y que les dé agua potable, salud, carreteras y educación. Esto en razón de que en el Catatumbo la presencia del Estado es casi nula y se limita a la fuerza pública, siendo ese olvido el que ha llevado a muchos campesinos a subsistir de cultivos ilícitos.

 

La gran prensa colombiana por su parte ha sido infame y criminal, en alianza con los intereses de las trasnacionales, no mostró el régimen del terror sembrado por Mancuso hace no muchos años, pero ahora que el campesinado exige sus derechos fundamentales los muestra como miembros de las Farc y silencian la realidad del Catatumbo. Exaltan a las fuentes militares, no contextualizan la noticia, muestran a los soldados heridos pero no a los campesinos muertos, y si alguien se atreve a gritar: ¡Viva la paz!, los grandes medios en Bogotá asegurarán que dijo: ¡Viva las Farc!

 

En el Catatumbo hay mucho en juego, tal vez más de lo que podemos enterarnos desde la comodidad de nuestras casas, universidades y oficinas en los centros urbanos del país. Lo que sí sabemos es que allá en la frontera con Venezuela, hay ocho empresas que pretenden adelantar explotaciones de carbón en territorios campesinos e indígenas ancestrales, donde se resisten a perder la cultura y el territorio. ¿Qué vamos a hacer? ¿Seguiremos indiferentes frente a la desfachatez de nuestro gobierno de turno? Cada quien decide si sentir como propia o ajena la tragedia de los pobladores del Catatumbo, teniendo en cuenta que ya incluso en nuestras ciudades sentimos que en Colombia vale más la multinacional que el ciudadano de a pie. 

 

Catatumbo: riqueza maldita

Foto www.marchapatriocita.com
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