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Por Karol García

@Karol_MGarcia

 

No sé ni por dónde empezar... de repente, estoy acá sentado, en medio del desorden que siempre lleva consigo una mudanza, casi como un cometa que va dejando su estela de objetos. Una tetera, aquel álbum de fotos, esta otra media que creía desaparecida. Llenas una caja de cosas viejas y vas dándote cuenta de que cada objeto tiene su sombra, y que quedan marcadas en su antiguo sitio de estar. Funciona como la memoria, supongo. Y entre el revoltijo de cosas, surge una esperanza. De repente, mientras ves aparecer cosas de la nada, quieres encontrar algo, un viejo objeto, algún recuerdo. En mi caso, un viejo catalejo que había olvidado y que ahora recordaba, pero sin tener idea de su escondite. Intento recordar dónde lo vi por última vez. Tal vez si le sigo el juego lo recuerde.


A ver… recuerdo que la primera vez que lo vi estaba en sus manos. Ella venía, como de costumbre, caminando despistada, tocando todo cuanto sus dedos encontraban. Hojas, flores, paredes y rejas indiscriminadamente pasaban y rosaban la delicadeza de sus yemas. Ese día había algo diferente. Traía en una mano un paño que apenas si dejaba ver un leve destello brillante surgir de él, mientras con la otra jugueteaba como de costumbre. Sí, esa fue la primera vez. Con una sonrisa, lo sacó del paño y me lo mostró. Me dijo que había sido de su abuelo, y que alguna vez le había pertenecido a un viejo marinero. También me dijo que servía para acercar las cosas. Algo así.


Desde entonces, hubo varias ocasiones en las que el catalejo estuvo presente. Un viaje. El paisaje a través de él. La bruma de la mañana en las montañas se suavizaba, como entre sueños, y el cantar de los pájaros parecía más fuerte, más claro… más bello si se miraba a través de él. Empiezo a olvidarlo. ¿Lo extraviaría? No sé…


Otra vez, recuerdo bien, estaba en su casa. El disco de Ray Charles sonaba de fondo, mientras él estaba frente a ella, que, tirada en el suelo, jugaba con unas pinturas, diciendo que intentaba retratar lo que veía a través de él. Recuerdo que intenté ayudarle, pero terminé armando un pequeño caos. Nos reímos y se acabó.


Y luego vino lo difícil. Ella se fue de viaje. Me lo dejó. Recuerdo que la última vez que la vi, fue a través de aquél particular objeto. Se iba y sabía que no volvería. Ahora quiero verlo. ¿Dónde estará escondido? Tendré que encontrarlo. No sea que se quede en la casa vieja, y que con el tiempo lo olvide y ya no recuerde nunca cómo se veía a través de él. No. No quisiera eso.


Hace un tiempo lo vi en el viejo cajón del armario, junto al retrato que tengo del viaje con ella. Recuerdo que lo saqué. Sí, esa vez decidí mirar un poco a través de él. Pero eso fue hace ya algún tiempo, y por alguna razón no pude ver bien, o no recuerdo haber visto lo que solía verse con él. Creo que esa vez lo cambié de sitio. No sé dónde lo moví. Puede que si miro de nuevo en el cajón, recuerde dónde lo puse. Lo haré. Bueno, está aún la fotografía, justo como la recuerdo. Pero el catalejo no está. Seguiré empacando. Supongo que aparecerá entre algún cajón, y si no aparece, pues tendrá sus razones para no hacerlo. No sé, tal vez no supe ver bien a través de él. O no lo acicalé lo suficiente. Quizás sea eso. Le faltó cariño y se escondió. Huyó. Se iría con ella, supongo. Sí, como ella. Servía para acercar las cosas, y tal vez quiso acercársele a ella. No sé. Quizá ella vuelva, y lo traiga de vuelta, y pueda mirar de nuevo a través de él, y recuerde cómo se veía el mundo con él. Con ella.

El catalejo

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