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Alejandra Marcillo

@Alejadejavu

 

Víctima.

 

Me sentí disminuido por un momento, con todo el peso del mundo cayendo sobre mis hombros, el tiempo nunca corrió más lento, jamás deseé tanto estar en otro lugar.

 

Luego algo frío atravesó mi corazón, en aquel momento era el mundo el que se disminuía ante mí, me sentía tan liviano que podía confundirme con el viento, el tiempo se detuvo un segundo y comprendí todo lo que siempre había querido comprender.

 

El rubor de mi rostro se iba apagando a medida que la sangre corría por el suelo, pero la paz en mis ojos, el amor en mis ojos, ella en mis ojos seguía y se reflejaba como agradeciéndome por haberla liberado, aún con el arma en la mano besó mi rojo pecho y la amé más de lo que jamás la había amado.

 

Asesina.

 

Me sentí desesperada por un momento, con todo el poder del mundo entre mis manos, el tiempo nunca corrió más lento, jamás deseé tanto estar en otro lugar.

 

Luego un movimiento involuntario me hizo disparar el arma, en aquel momento ya no tenía poder entre mis manos, sino un frío y un temor insoportable, el tiempo se detuvo un segundo mientras lo vi caer sin quitarme la mirada de encima.

 

La palidez de mi rostro se confundía con el de él a medida que su sangre corría por el suelo, pero la paz en sus ojos, el amor en nuestros ojos, él en mis ojos seguía y se reflejaba como amándome mientras yo le agradecía por haberme liberado con un beso en su rojo pecho y una lágrima en mi rostro.

 

Hechos.

 

Sólo cuando mueras me sentiré libre. – Decía Amanda a su novio de toda la vida que con una mirada de tristeza respondía un simple – Te amo.

 

Su relación era envidiable, la felicidad saltaba a la vista de todos, pero Amanda nunca consiguió sentirse totalmente plena. Cada mañana recordaba su vida, y se lamentaba. – Esta no es una vida, nunca he derramado una sola lágrima de tristeza, nunca he estado sola, nunca he vivido. – Solía decir.

 

En su aniversario número nueve Amanda recibió el mejor regalo que podrían darle, su novio le había dejado una caja con una nota que decía: Amada mía, en esta caja te entrego tu libertad, una pistola con dos balas, por si fallas, te espero a las 10:00 am en el lugar donde nos conocimos. Que tengas la mejor de las vidas. Reitero que te amo. Feliz aniversario.

 

Era la hora y los dos se encontraron en el lugar acordado. Sin cruzar una palabra y sin apartar sus miradas se pararon frente a frente, Amanda abrió la caja y estrenó su regalo. Un sonido estrepitoso rompió la tranquilidad de la mañana y la libertad dejó de ser blanca para teñirse de rojo.

La libertad asesina

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