El día que la rutina se rompió

 

Thalía Stephanie Yumbla Ruiz

@SoyReinaRoja

 

 

El cuarto oscuro y frío le daba el toque final a tan macabra escena, una mujer yacía en el piso, sangrando. Marcos estaba inmóvil, no sabía por qué razón tenía que presenciar ese acto. Había despertado a la hora de siempre, había seguido su rutina sin desviarse ni siquiera un poco, había realizado su trabajo habitual, fue en el trayecto a su casa cuando todo cambió.

 

Notó que lo seguían. Un hombre de chaqueta y gafas oscuras acompañaba sus pasos a una distancia prudente que se fue convirtiendo en cercana, hasta que, al doblar en una esquina, caminaba junto a él. Observó cómo aquel sujeto sacó de su chaqueta un cuchillo y se lo acercó, diciéndole con una voz gruesa y calmada que lo siguiera sin rechistar. Marcos empezó a sudar, sus piernas temblaron y sin vacilar siguió al sujeto hasta aquel cuarto oscuro y frío en donde todo ocurrió.

 

El hombre extraño llevó a Marcos hasta una esquina del cuarto y lo sentó allí, no mencionó palabra, pero le lanzó una mirada fulminante que esfumaba todo intento de huir. Después, se dirigió al centro de la habitación, el único lugar que tenía una pequeña entrada de luz, y dejó al descubierto una mujer desnuda, atada a una silla y amordazada.

 

Por un momento Marcos detalló a la mujer cuyas carnes estaban expuestas ante sus ojos: supuso que tendría poco más de 20 años, su piel era blanca y su cabello rizado, pero no tuvo tiempo de más. El cuchillo entró por primera vez en su vientre pálido, y al salir, un brochazo rojo tiñó su piel, ella se retorcía. El puñal siguió su trabajo, entraba y salía, rasgaba y destrozaba el cuerpo de la mujer, Marcos estaba helado.

 

El hombre paró, desató el cuerpo y lo tumbó en el piso, observó por un momento su obra, le regaló una mirada rápida a todo el lugar y ser marchó. Marcos estaba ahora junto al cadáver, perplejo e inmóvil, sin entender qué había pasado con él de espectador.